martes, 3 de agosto de 2010

Un final feliz


Samy trajinaba su barrio con dificultad, arrastraba su pierna izquierda desde hacía más de 20 años, cuando por causas ajenas a su entendimiento, se tuvo que encontrar de frente con el destino. Aquella vez Samy pasó en un solo instante a ser el hombre más desafortunado del mundo, aunque la verdad, era un cabrón suertudo. Infortunado, porque iba en la camioneta que recibió el impacto de un vehículo que de algún agujero del destino, salió y aterrizó sobre el techo de la camioneta en que viajaba junto con varios amigos de la infancia, destrozandoles la cabina, los asientos, los huesos, el alma.. Afortunado porqué un segundo antes del impacto se había agachado a recoger un casette del Arturo Meza que se le había caído al piso de la camioneta y por ello pudo sobrevivir a diferencia de uno de sus mejores amigos que se fue en el instante.

Cojeaba y ya no volvería a correr es cierto, pero Samy sabía volar  y volaba muy alto; Samy era un poeta.

Un poeta que arrastraba la tristeza. En su lirica velaba el dolor, la ausencia y la peligrosa nostalgia, y conforme pasaban los años los poemas ya no eran un ejercicio de inspiración sino un retrato de una misma realidad.

Samy llego por fin a la tienda y compro unos cigarros, Robert el hijo del tendero le invitó una cerveza, pero Samy no tenía ganas de tomar, de escuchar platicas insulsas de fútbol o drogas alucinógenas–Hasta para eso se necesita ánimo- se decía a sí mismo. Solo podía escribir, solo de eso parecían sobrarle ganas. De vomitar su locura sobre el papel, como si en la tinta se disolviera el mal que le embargaba el alma.

Caminaba de regreso y  el Güero le grito desde su balcón –¡Ese Samy!- Samy hubiera querido en vez de cojo ser sordo, pero pronto el güero tambaleando bajó y lo alcanzo. – Cabrón te estoy hablando- le dijó. El güero, quién podría ser como un hermano mayor  y qué casí como todos los hermanos mayores a veces le cagaba,  acababa de regresar de la sierra, al norte de Jalisco, lucía un traje bordado de diseñador… ¡Wichol! y quizá todavía intoxicado de Híkuri,  se metío la mano a su morral y saco una pequeña libretita de color purpura y adornada con chaquiras multicolores. –Te la mandó Valentín que pusó una papelería- le dijo, Samy la tomó como tomaba todas las cosas desde hace algunos meses. Con desgano, rehusó tomarse un tequilita derecho con el güero y siguió su camino, no quería ver a nadie conocido,  ir a casa a ver la nauseabunda televisión, tampoco parecía una buena opción. Caminó a la avenida y tomo el primer camión. Recargado en la ventanilla  del ruta 644 B, Samy veía a la gente moverse, a aquellos seres de tan burda carne que reducían todo a un círculo vicioso de Comer-cagar-dormir.

Descendió en la primera avenida. Y se sentó en una solitaria banca, el cielo se comenzaba a nublar y amenazaba con lluvia. Le habían publicado su primer libro de poesías hacía poco y le había ido muy bien. Hasta de una reconocida revista de la universidad le habían hablado para ofrecerle un espacio en sus páginas, sin embargo no le interesaba ¿Para qué? ¿A quién le interesa? no quería ser como esos jodidos escritores que caminaban con capas y sombrero pretendiendo ser "un personaje de la ciudad" y poder así (a falta de dinero) Cogerse a alguna incauta de Filosofía y Letras. Y es que, desde que María se había ido, Samy estaba aún más afectado. Era como si la última barca se hubiera alejado y él se hubiera quedado manoteando en medio del océano. Aunque a una parte de él, le atraía lo profundo, descender hasta suelo y de ser posible más allá. Sin embargo todavía le quedaba un poco de instinto de súpervivencia, había pasado cosas peores, y antes se habían marchado otras mujeres. Quizás escribiendo se pudiera olvidar de sí. Samy entonces abrió la libreta, hecha con gruesas hojas y con márgenes de venados y de peyotes. – Esta chida la neta,para escribir con mi mejor letra- pensó. El cielo se había oscurecido y la ciudad de las rosas, estaba a punto de la penumbra. Y en ella escribió:

Si el sol se incendia aún

No lo sé

Desearía que su luz resplandeciera aquí

Aunque seguramente quemaría mis pupilas.

Y de repente un fenómeno muy extraño sucedió: un camión se detuvo en medio de la avenida y con su parabrisas polarizado reflejó un último rayo del sol que se alcanzo a escapar de las pesadas nubes y que evadió la altura de los edificios, pegando directamente a los ojos de Samuel que se cegó durante unos instantes.

Samuel se incorporo y sorprendido calculo las posibilidades de que eso pasara. Nadie se lo creería, quizás solo el güero pero le daría un sermón sobre dioses del Anahuac y viajes psicodelicos de peyote y hongos.
Pronto el camión continuó su marcha y Samuel volvió a sentarse, olvidando todo al recordar otra vez a María. Como le gustaría que estuviera a su lado, oír su estrepitosa risa, tocar su cabello tan lacio  y verse reflejado en su grandes ojos. Frente a él, había edificio antiquísimo de departamentos que parecía arrumbado,  observo que una de las ventanas estaba abierta y sintió el impulso de escribir:

Siglos de locura disfrazada de cotidianeidad

Millones de instante matizados con desdicha

y tatuados en el plan divino.

Son invencibles ante un salto de cuatro pisos.

En eso,  un bulto  pareció ser arrojado por la ventana y caer estrepitosamente en la banqueta. A Samuel se le encogió el estomago, y se apresuro a cruzar la calle. Al acercarse, ya se estaba formando una pequeña multitud rodeando el cuerpo de un anciano con su sangre tiñendo el suelo.  Se sintió en un sueño, en un viaje de churro y medio (Cómo los que se aventaba con el chaparrito y el Jack)  ¿El había sido el culpable? ¿o este cuaderno era capáz de profetizar las cosas?  se retiro del lugar y miró otra vez aquel cuaderno, toco sus chaquiras y antes de provocar otra catastrofe decidió regresar a casa, 

Descendió del camión y camino las 2 largas cuadras que le separaban de su cama. A punto de llegar, pudo divisar como al otro lado de su casa, había de nuevo fiesta, con su vecino el Culíche. seguramente no dejarían dormir. Llenarían la calle de música de banda y porquerías similares. Gritarían a los cuatro vientos sus grandes hazañas y su afiliación al cartel más chingón y más tarde al son de valentín Elizalde lanzarían ráfagas al cielo con sus cuernos de chivo. Esta ciudad se estaba yendo a la verga. (Se fué) ((Nota del autor agregada en el 2012)

Paso en medio de ellos, Los botudos  lo observaron con una mirada retadora y antes de cerrar la puerta, para probar escribió:Que se vayan todos. De repente aparecieron más de 6 tanquetas del ejercito y empezó una redada, Samy vio como en menos de 5 minutos los traficantes desaparecían huyendo o en las tanquetas del ejercito. Alegre por la paz y porque en sus manos tenía algo mágico entro a su casa, tenía hambre y no estaba su madre, se empezaba a enfadar cuando cayó en la cuenta de que podía ordenar lo que fuera. ¡Un pozole de trompita y oreja! Escribió y al segundo su Mamá abría la puerta y  llegaba con una olla llena de pozole, -te traje pozole Samy, de la fiesta de Nadia- grito doña Yolanda, Samy se chingo su pozole, el pozole más rico que había comido, en sus piernas tenía la libreta, no la quería soltar, pensaba en todas las cosas que podría obtener.

Después de cenar se lavo los dientes y arreglo un poco su cuarto, y por su puesto escribió en su libreta inmediatamente:

Qué venga María.

Y la madera de la puerta sonó. Ahí estaba María, al píe de la puerta, seguía igual de bonita, si embargo no sonreía, no venía a hacer las pases, venía a entregarle su disco de Arturo Meza (mismo que ella nunca oyó) Samy le dio un gran abrazo, pero María dolida con la separación le correspondió con un par de palmaditas, ya no era la misma, y nunca lo sería. Samy ofendido fue a su pieza, iba a escribir:

Como antes, que sea como Antes.

Pero después se detuvo a pensar… ¿Y porqué ella? Sí podía pedir la mujer que quisiera, una mejor, una más amable, menos loca (como si eso fuera posible en una fémina… aún para la libreta) pero, ¿porqué apresurarse? Había cosas más importantes en su vida, sin dudarlo observo su pierna y sintió el frió de las múltiples operaciones que en invierno le calaban.

Que aquel accidente se borre para siempre.Samy durmió esperando.

A la mañana siguiente se levanto en una habitación extraña, iluminada y decorada elegantemente, al voltearse de la cama se sintió pesado, con una gordura que nunca había tenido y miro una bien formada panza whiskera. A su lado, sintió el roce de una suave piel y miró a una extraña mujer muy hermosa que en su vida había visto y por la cual extrañamente, no sentía nungún deseo. No hizo ruido y salió del cuarto, caminando perfectamente. La casa estaba muy bien, vio en la pared su título de ingeniero en sistemas; Licenciado Samuel Martínez Barbosa. Nunca le había pasado por la cabeza estudiar ingeniería. Del cuarto salió un niño, muy parecido a él y lo saludo con la modorra de la mañana, Samy no sintió más que enfado como si los niños no le gustarán y no era así.  La mujer despertó y preparo el desayuno de forma autómata. Contaba los chismes que de forma extraña Samy entendía cosas inusuales para él, como la ropa de marca ó los nuevos coches de la agencia.

Samy salió a su trabajo,y llego a su oficina. Una voluptuosa secretaría le cerró el ojo al pasar.  Se sentó en el decimo piso de la torre de oficinas, enseguida entro la secretaria y le puso algunos papeles en el escritorio. Así como sus manos  en sus partes nobles. Samy se dejo querer, no estaba mal. Sin embargo cada vez se sentía más extrañó como si de pronto fuera a olvidar, como si la ámplia gama de sus sentimientos se fuera a reducir solo a dos o tres. Al llegar a su casa, de noche, se sentó en su estudio, junto a la chimenea, su química cerebral iba cambiando, se sentía bien, pleno, orgulloso de sus posesiones y de su estatus social. El dolor se había ido. Sabía que quizás mañana despertaría y ya no recordaría su anterior vida, más que como un sueño, como un deja vú, como una historia a paralela. No tendría más las cicatrices del dolor, los recuerdos de su tristeza infinita, su percepción nublada por el vacío. No deambularía por la noche en compañia de ebrios sin beneficio, de parias de la vida. Nunca le lloraría de nuevo a una sola mujer,  sería entonces un hombre normal y feliz, que no lucharía nunca más contra la locura, la melancolía y el vacío.
Samy decidido, tomó entonces el cuaderno y escribió en la última página algo antes de cerrarlo y arrojarlo sonriente al fuego de la chimenea. vio como sus páginas se iban consumiendo, de una en una hasta que se hicieron cenizas.

A la mañana siguiente Samy caminó de nuevo por su viejo barrió, había quedado a deber la mitad de su caguama, que a tiempo escondió en su morral cuando vió acercarse al güero. Arrastró su soledad nuevamente, al igual que su pierna izquierda. María, María seguro ya esta con otro. Pero él; Caminaba con la frente en alto, orgulloso, porque un poema nuevo revoloteaba de nuevo en su cabeza.

Dedicado con cariño al Samy.

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