martes, 11 de enero de 2011

siete por uno


Yo
Si no le hubiera permitido a la rutina engordar y tragarse mis emociones; si en vez de abrumarme con sus tres defectos, me hubiera deleitado en sus cien virtudes; si alguna vez, motivado por nada, le hubiera regalado una cursi rosa; si hubiera prolongado aquellos instantes mudos, cuando saciados, intuíamos la suma de un sólo ser;  si más a menudo, le hubiera dado besos iguales al primero… y al último; si en vez de enfadarme, me hubiera sentido orgulloso, cuando alguno de los cien millones de hijos de puta, la desvestían con los ojos y ella se apretaba aún más a mí; si hubiera aceptado quedarme otra noche escondido en su cuarto, tratando de no despertar a sus padres; si hubiéramos caminado más madrugadas, sin infectarlas con mis paranoicos pretextos; si los domingos, la hubiera mirado todo el día a ella, en vez de a 22 mediocres corriendo tras un balón. Si dios no fuera un viejo sabio que hace valer la ley; si el diablo hubiera aceptado el pacto; si al menos, le hubiera sabido mentir tan bien, como le mintieron… si tan sólo hubiera dicho a tiempo te amo.
Mirarás en tu reloj el atraso acostumbrado. Caminarás del sauce a su puerta, con pasos que más tarde, tratarás de evocar en la vigilia. La verás abrir, con su belleza algo opacada por la espera. No repararás en su fragancia,  pero será la misma esencia que te hundirá, una tarde, en la última estación del tren. La contemplarás caminado delante de ti, sin imaginar que pronto ya no podrás alcanzarla. La calle entonces, entonará una melodía triste, que no percibirás en el momento, pero que volverá para atormentarte en tus noches más negras.  Le abrirás la puerta del coche, por dentro. La rutina te nublará y no te darás cuenta, que ella se está yendo, que te está diciendo adiós. Llegarás a la vinatería en donde después, tratarás de asfixiar, este exilio infinito. La verás al pendiente de los carros, de los rostros fugaces, de la luna, pero no de ti. Le comprarás una cajetilla. Ella fumará tu conversación y la exhalará por la ventanilla. Tratarás de acelerar, para evitar a las chismosas que cuchichean afuera del motel. Sin imaginarte, que la auténtica vergüenza, se enraizará en ti luego. Pagarás como siempre la mitad. Cerrarás por dentro y sólo así descansarás del mundo exterior, de tu mundo interno. Tendrás tiempo entonces de deleitarte en su rostro, mismo que buscarás, en todas las mujeres que te encuentres a tu paso. Destaparás una cerveza y sin pensarlo, le servirás una pregunta que nunca debe ser pronunciada.  Ella será sincera, te partirá en dos. Resurgirá entonces, todo el amor que has reservado y llorarás frente a ella.  Añorarás aquella etapa donde todo tenía solución. La verás después un par de veces, pero ella ya no te verá a ti. Porqué tú, ya nunca serás tú.
Ella.
Es cierto, necesito ser sincera. Antes que nada quiero decirte, que te amo, quiero que lo tengas muy en claro, que nunca lo olvides.  Has sido la persona más importante en mi vida y conocerte me ha hecho lo que soy. Tengo tanto de ti en mí… Hemos compartido tantos momentos, tantas cosas que no cambiaría por nada.
Bueno, no fue algo que yo planeara, simplemente se dio. No, no pienses mal de mí, mi amor; sabes que no soy una persona mala, y que eres el último al que me gustaría hacer daño. Pero, es que sólo he andado contigo, te juro que nunca me había fijado en alguien más, ni lo quise hacer.  Sí claro, te amo y eso nunca va a cambiar, pero no sé, me siento enamorada. Con muchas ganas, con mucha alegría. No, no, tú no me deprimías, es sólo que somos tan parecidos, tenemos tanto en común. ¡Claro! eso está muy bien pero, no sé, siento que estábamos un poco estancados, tan sumergidos en la rutina. No te hagas; ya casi ni me querías ver, llegabas tarde y te querías ir temprano. No querías salir a ningún lado.  Yo sé; es especial esto, nuestro amor es como una película de arte, melancólica, a veces triste, pero sincera, real.  Y con él es una comedia romántica donde todo sale bien y la gente está contenta. Y tú bien sabes qué tipo de películas prefiero ¿no? Pero de momento, necesito vivir también esto. Sí, fueron muchos años y siempre estuve a tu lado, te fui fiel. Tú me terminaste dos veces. No te estoy reclamando nada, es sólo que yo también tengo derecho.  No digas eso, sé que el tiempo nos habrá de juntar de nuevo, porque de alguna forma siento que somos parte de lo mismo, pero hoy, quiero vivir eso. Hoy necesito que me dejes libre. Te prometo que regresaré.
Él.
La habrá mirado sola, tan llena de ausencia, sentada en una banca, indigna para una princesa. Habrá bajado de su lujoso carro, acicalando su exaltada autoestima. Le habrá insistido con frases gastadas. Le habrá mentido, el último camión ya se ha marchado. La habrá visto marcar en su celular sin respuesta, la última llamada de mi destino. Habrá entonces simulado una preocupación  genuina. Se habrá presentado con un apellido de alcurnia, con un futuro prominente. Habrá encontrado la frase acertada y le habrá robado una tímida sonrisa. La habrá convencido de llevarla “sólo por esa vez.  Al llegar, se habrá apresurado a abrirle la puerta y habrá adulado el jardín, a su madre. Ante la negativa de darle su número de teléfono, habrá rondado su casa, por días e incluso semanas, la habrá acechado desde lejos como buitre. Se habrá aprendido su ruta. Se habrá hecho amigo de algún traidor. Se le habrá cruzado “casualmente” una tarde, en uno de sus días más vacíos. La habrá escuchado paciente, esperando un resquicio diminuto, para colarse en su vida. Le habrá inventado un cuento de hadas, donde todos viven felices, por siempre. La habrá enamorado una tarde de fútbol.
Nosotros
¿A dónde le dijiste que íbamos a mi mamá? Al cumpleaños de Pablo. No manches, yo le dije que a una fiesta con Tere. Pues dile que Pablo y Tere se hicieron novios. ¡Ay si! Ni se conocen. Pues los presentamos. No lo creo, como que no harían pareja. ¡Ve nomás este buey! Casi, casi me pega. Si de por sí, mi mamá me prestó el carro bien a fuerzas. Ha de andar ya bien borrachín. ¿No será tu papá? Sangrón le voy a decir. Hablando del tema ¿Compramos algo? No sé ¿Sí puedes manejar? Pues nada más sería poquito, si no nos vamos a poner hasta las chanclas. Bueno, una cervecita estaría muy bien. Okey ¿Gustas algo más? ¿Me compras una cajetilla de Camel? ¿Una cajetilla completa? te va a dar cáncer. De algo nos vamos a morir. No, cervezas las que quieras, cigarros no.
Toma, compré unas papitas. ¿Tenías hambre? Te hubiera hecho un lonche. No, qué vergüenza con tu mamá, va a decir que ya diario. No dice nada. ¿Y si bajaba tu papá? No le saques.  No le saco, pero no le metas.  
Imagínate, me contó el Simi, que un día fue con su novia a uno y se le quedó el carro en la puritita entrada. Qué vergüenza, no manches. Sí, tuvo que ir su primo para empujar el carro. Ahí es. Hay mucha gente ¿no? Sí, a quién se le ocurre poner la entrada, al lado de la parada de camiones. Ojalá y no haya nadie conocido. Pues si quieres te agachas.
Ya, ya puedes asomarte.
Sí, sencilla por favor. Aquí tiene, gracias.
Está prohibido el ingreso a menores de edad, je je te voy a demandar. Jo jo Pues yo también te puedo demandar me quedan 2 semanas de “alcoholescencia”.
¡No manches! ¿Qué es eso? Deja le cambio ¿Dónde estará el control? Espérate, yo nunca he visto. Nada más no veas mucho al negrito, digo, porqué son puros trucos de cámara…
¿Qué tienes? ¿Ya te arrepentiste? ¿Me quieres? Claro, y mucho. ¿Me vas a seguir queriendo después? Yo creo que aún más ¿Por qué me lo preguntas? Porque yo te amo y quiero estar contigo siempre.
Ustedes
Descubren el ancestral juego, en su versión más ordinaria y siguen las instrucciones al pie de la letra. Piensan, que todavía es romántico, que llegue una rosa cada día, que medie entre ustedes la distancia. Al llamado de la naturaleza, lo confunden y se dicen enamorados, A igual que dos perros en celo que se aparean en el callejón. Solemnes, recitan intrincados poemas; Te amo de aquí a la luna. Eres el amor de mi vida. Sin ti no puedo vivir.  
Repiten los mismos gestos y las mismas frases y los mismos gestos y las mismas frases y los mismo estúpidos gestos, y las mismas originales frases, que todos los enamorados han repetido en las mismas bancas, de los mismos parques.
Discuten nimiedades para ponerle melodrama al asunto y se reconcilian en una cena entre velas y vino estereotipado. Se queman el cerebro y se les ocurre llevar mariachi, despertando a los vecinos con gritos de hombría mal encauzada.
¿De qué se ríen? Sienten orgullo de engendrar un hijo y hasta lo festejan, como si fuese una hazaña, como si fuera algo legendario olvidar el anticonceptivo y abrir las piernas. 
Se juran amor eterno y hacen planes. Confían en el hombre y en el porvenir, no importa que el mundo se esté cayendo a pedazos y que la mierda nos esté llegando al cuello.
En el instante más obvio se comprometen, mientras el resto del manicomio los aplaude y calla para engrosar la fila de los desgraciados.   
Ellos.
Errando un domingo, por la primera avenida, mientras indagaba a los antiguos palacios, por fragmentos de mi nobleza extraviada, me encontré con ella; miraba el aparador de una panadería, cargando unas bolsas del supermercado en sus manos. La luz del sol la iluminaba de frente y el reflejo de su belleza, incendió de nuevo mi putrefacto corazón. Camine hacía ella, las palabras que siempre le decía en mis sueños, iban acomodándose en mi boca. Estando a tres pasos de ella, él salió de la panadería. Hubiera querido pasar de largo, volverme otro cuerpo, pero mis ojos ignorantes, se engancharon en los de ella y tejieron un amarre invisible que la hizo voltear hacia mí, arrastrando a su vez, los ojos de él. No dije nada, no sé qué hubiera podido decir. Ella tampoco habló, quizás sus ojos. Por un instante los carros, la gente y todas las calles, se desvanecieron y la observé simultáneamente; en lugares que no pude reconocer. Con diferentes vestidos, con cabelleras diversas, hablando diferentes lenguas, pero siempre, siempre con los mismos ojos. La vi también entrando a la preparatoria, el primer día de clases. Caminando entre cientos de alumnos, viniéndose a sentar precisamente, junto a mí. El recuerdo me aplastó y tuve que bajar la mirada, rehaciendo pieza a pieza el mundo en que me encontraba. Entonces, de la nada una pequeña niñita pelirroja, salió del local y se acercó a ella. Al verme, se escondió tímida, tras el vestido de flores que yo le regalé en su vigésimo cumpleaños. Curiosa, la niñita asomaba su cara y me examinaba detenidamente. Sus ojos eran muy parecidos, casi iguales. Ya no había nada qué hacer. Quise entonces desaparecer, cruzar la calle, pero el tráfico no se detenía y mis pies parecían fijados al cemento. En  eso,  espontáneamente, la pequeñita se soltó de la falda de su madre y se acercó a mí, ofreciéndome un panquesito de vainilla que comía. Desconcertado, me agache y tomé el pan de sus manitas, le acaricié el cabello. Algo tenía en sus ojos o quizás fue el pan, porque de pronto sentí, que ese vació en la boca de mi estómago se iba saciando.  La pequeñita me sonrió, regreso a la mano de sus padres, quienes también sonrieron y se alejaron sin decir nada. Creo que les dije adiós, ó quizás, sólo lo dije para mí.     

Samuelito





Buscaba Samuelito en la vieja cómoda,  aquél mantel de lino que tantos cuidados requería y que tenía que lavar hoy mismo para su fiesta de cumpleaños del día siguiente. 60 años que se le habían ido sentado en una máquina Singer, y en el mismo barrio.  Su madre se preparaba en la sala para empezar su maratón diario de televisión que culminaba a las 9, cuando Samuelito prendía el radio y juntos escuchaban el programa de boleros.  Una sensación extraña se apoderaba de Samuelito al revolver los cajones; era el olor ha guardado o el reencontrase y tal vez descubrir cosas que tenían años y años exiliadas del resto de la casa, pero siempre el hurgar entre los cajones de aquel vejestorio lo ponía melancólico, quizás porque se acordaba que de niño su madre sacaba de ahí los juguetes que dosificadamente le iba regalando; pelotas, luchadores y trompos que pronto dejaba y perdía en los pasillos de la vecindad;  la madre pronto comprendió que Samuelito no era descuidado, ni era propenso al alzhaimer  sino que no le importaba un comino el jugar con los niños de su edad al fútbol o a cualquier cosa. Su hijo era especial, y no había porque renegar de él.
Samuel encontró el mantel de lino y bajo él, unos papeles ya amarillentos, amarrados por un lazo morado.  Se sorprendió un poco de ver una carta con su nombre de remitente y con tantos años guardada. Abrió el sobre, se calmó al ver que era su propia letra. La fecha lo remontó hasta una semana antes de que saliera de la academia. Por mucho era el alumno más aventajado y es que a diferencia de la mayoría de sus compañeras él se había sentado en una máquina de coser desde antes de hablar, y le había ayudado a su madre a remendar la ropa y después hasta a diseñarles vestidos a sus vecinitas que le pagaban con lo poco que ganaban en la Fábrica. Su maestra la señorita De Rossi  una reconocida modista que había emigrado de Milán le había augurado un futuro prometedor; y una semana antes de salir como parte de un ejercicio de visualización (muy en boga en Italia en aquellos años) les pidió que se escribieran una carta para el futuro y que en ella expresaran sus deseos y metas, para que al llegar el tiempo vieran si las habían cumplido y si habían sido congruentes en su vida. Samuelito suspiro, no necesitaba abrir la carta, sabía perfectamente que había fracasado.  Nunca pudo conocer las pasarelas de París o de Nueva York más que en las revistas de moda que compraba sin falta cada mes en el Sambors; nunca pudo ser un diseñador  reconocido en el mundo y fuera de su barrio nadie conocía su nombre; jamás pudo ser amigo de las modelos, ni conocer a algún joven con el cual compartir su secreto. No era tan bueno como le dijeron solo era eso.
Samuelito caminaba con las bolsas del mercado una en cada mano,  con los alimentos que habría de ofrecer en su cumpleaños.  Seguramente, como siempre, sólo irían su tía nata, Marina su amiga de toda la vida, Doña Estela y sus dos sobrinas  y las señora que entregaba la hojita parroquial, así como doña Ana la tendera. Sus pantuflas  de lona sorteaban las líneas que dividían el piso de colores, de las antiguas banquetas del barrio, un barrio que alguna vez fue próspero, que acogía a niños que jugaban en las esquinas, a noviecitos que se veían en la misa de 7, y que hoy parecía una calle de la zona industrial, ¿Qué  fue lo que pasó? Se pregunto a sí mismo Samuelito. ¿Por qué tenía que festejar? Cada cumpleaños era un recordatorio de las cosas que no fueron, una velita más encendida para iluminar su vergüenza, no era más pobre de lo que fue, y comía bien, pero ¿era eso a lo que aspiraba el hombre¿ ¿levantarse, desayunar, trabajar, hacer la siesta, ver la tele y volver a dormir?  ¿Sobrevivir hasta esperar la muerte?

En la cocina y mientras ayudaba a su madre a hornear el pastel al son de los dandy´s , Samuelito pensaba seriamente en cancelar  todo, al cabo que se iban a contar los mismos chistes; los chismes nunca le habían interesado, era patético llamar fiestas a sus reuniones, parecían una antesala de la muerte, con ancianos que ya no se reían por temor a que se les cayera la dentadura. Samuelito se sintió muy solo, siempre había estado solo,  pero esa noche se agolparon en su pecho, todas las soledades que había esquivado durante años, con el sabio arte de no pensar.  Mañana será otro día se dijo a si mismo y se olvidó de rezar.

A la mañana siguiente su madre le tuvo que levantar, Samuelito se veía pálido,  era otro día, uno más negro, más pesado. Sólo se tomó el jugo del desayuno y recibió con una fingida sonrisa el regalito que su madre le había bordado, era una corbata más, desde que tenía memoria su madre le había regalado una corbata a pesar de que nunca se había puesto un traje y de que nunca lo pensaba hacer.   Amarró la nueva corbata junto con las otras y se tiró en su cama, que penosa vida, que desperdicio de tiempo, se alegraba de haber perdido a su padre de niño y no tener que sentirse avergonzado de no haber sido más que un humilde sastre, sin pena ni gloria.
Su madre le llamó  para que le ayudara a meter la gelatina al congelador, y le pidió la vajilla de las fiestas –Van a venir todos- decía su anciana madre tan emocionada como cualquier niña que espera una fiesta. Samuel volvió con dolor a abrir la cómoda,  y tomó la carta con intención dearrojarla al fuego, si alguien la viera de seguro se burlarían de él, y no necesitaba más burlas, ya de joven había aguantado muchas. Al tomar el paquete, miró abajo una hoja aún más vieja y polvorienta con unos dibujos casi borrados con el tiempo, curioso la abrió y se sorprendió de su malograda letra, sería de la primaria, de los primeros años; había un dibujo de él con su madre, en su misma casa,  y abajo había unas temblorosas letras que decían: querido niñito Dios, en esta navidad te pido que cuides mucho a mi papá, que esta ya contigo, salud para mi mamá que ha estado enferma y unos aretitos para que combine sus zapatos rojos.  Y para mi te pido una vida larga,  muy muy larga, una máquina tan bonita como la de mi mamá, muchos hilos de colores y que le digas a mi mamá que me enseñe a cortar las telas, quiero que Marina no sea tan enojona y que Estelita me permita ser su amiga, yo en cuanto me enseñe bien les podré hacer sus vestidos, y no les voy a cobrar, siempre y cuando ellas traigan la tela. Quiero estar con mi mamá siempre, y que no me deje nunca, ojal y pueda cocer miles de vestidos y ayudarle a mi mamá, también te pido que mi madre no me regale otra corbata como la del año pasado. Atentamente Samuelito.
Samuelito animado, abrazó a su madre y besó a su madre, y juntos pusieron el  mantel de lino sobre la mesa.  Con la precisión que delineaba las bastillas, puso la vajilla y los cubiertos; se asomó por la ventana, en dos horas llegaban sus invitados.
Era cierto, su vida era una costura invisible,  pero bordada por el mejor sastre y con el más fino hilo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El asombroso burro Grizly


Parado, en el despeñadero más profundo ruge el burro grizzli. Exiliado de sus parientes más cercanos, los jumentos de granja, “el burro barranqueño” (como le dicen los precavidos aldeanos) ronda por las noches, rabioso en busca de nuevas víctimas. 
Nació de una burrita corriente, que fue preñada por un toro de Lidia que venía errante del sur, después de haber cogido a un famoso torero Español.  Desde su nacimiento, el burro grizzli  ha provocado el horror y el asombro de quien lo ha visto de cerca. Y aunque la deformidad es una constante entre la gente y los animales que beben agua del río, nunca se había presenciado una tan grande.
Doña Cuca la partera se desmayo al ver a aquel animal de aparentes 5 piernas, al instante los ojos de los niños fueron cerrados y las señoras ya no volvieron a ser las mismas.   El animal estuvo a punto de ser sacrificado, sin embargo Doña Inés intercedió y convenció a la gente de que este ejemplar era digno de una exhaustiva investigación científica, aunque Doña Inés no era científica, ni tan siquiera, había terminado la primaria. La viuda cuidaba al entonces burrito y le bañaba con sumo cuidado. Tanto era el cariño que le tenía,  que le dejaba dormir dentro de la finca.  Por las noches el burrito rebuznaba y rebuznaba,  como queriendo espantar a las ánimas que eran todavía comunes en el pueblo y que gritaban (también desde la casa de Inés sendos improperios que no es sano repetir aquí)  Un día de primavera  cuando el burrito llego a su tamaño natural, encontraron a Doña Inés, misteriosamente asesinada; con un boquete que le atravesaba las entrañas, y que casi la partía en dos. Pero, extrañamente, con la sonrisa más dichosa que se recuerde.  Al lado del cuerpo, estaba el burro, furioso y celoso de quién quisiera acercarse al cuerpo de doña Inés.   Tuvieron que venir los hombres con antorchas para que el burro se despegara del cuerpo y pudieran volver a enterrarla.
Acostumbrado a vivir en el calor del hogar, el Burro Grizzli vago por otros pueblos, en búsqueda de otro lecho donde pudiera reposar su peso, Siempre de noche y silencioso. Se sabía de su paso, pues las burras, yeguas, mulas y aún las vacas se enfermaban; duraban días y días moviendo las hierbas, con una mirada rara, como de nostalgia.
Incapaz de encontrar un trabajo decente, el burro acepto el consejo de una elefanta que se hizo su intima, en una parada del circo de los hermanos Ver, y  entro al mundo del espectáculo. Recorrió el continente en busca de aventuras; En la selva amazónica tuvo un duelo con la temible anaconda y en la llanura fue famoso incendiando las llamas.  Pero pronto su libido se hizo tan temible, que ni a los animales enjaulados respetaba y fue expulsado por haberle sacado los ojos a una tigresa albina muy exótica.
Se refugió entonces en el abismo de la barranca, su leyenda creció aún más… se le atribuyeron poderes milagrosos y alguno que otro aventurero y aventurera bajó en su búsqueda, solo se escuchaba un potente alarido y jamás se volvía a saber nada de nadie.  Dicen que a veces  se acerca al pueblo, con esa mirada tan lasciva y esos rebuznos que penetran la piel y erizan el coxis.

jueves, 21 de octubre de 2010

FELLACIO BENDITUS


Hola, ¿Qué crees?  Salí bien campante de mi casa y ya me estaba esperando la vieja con su cara de fuchi.  Porque el otro día, dice que yo le deje la basura adrede en su lugar y no es cierto, una manada de perros tiene como dos semanas pasando y hacen un desbarajuste, por cierto; hay uno bien bonito se parece a Pokis pero como que tiene sarna, porque se le veía el cuero todo podrido, ¡qué lástima! Mi papá tuvo un perro que tuvo sarna, y no se le ocurre ponerle aceite de motor… ¡pero caliente!” pobre perro, se rostizo y se le dejo ir a mi papá, a morder. Y eso que lo había tenido desde chiquito, su tía, una que vive en estados unidos, se lo había regalado que porque a ella se lo había regalado su prima, la que tiene el restaurante de mariscos en el centro y que te digo que se siente muy pipirisnais. Y entonces, mi tía como no tenía pedigree, se lo regalo a mi papá, y como a él de chiquito no lo dejaban tener perro, pues ahora acepta todos los que le ofrecen, total; el no les limpia, ahí estamos todo el día mi mamá y yo, juntando sus cajetas por toda la casa y las huevonas de mis hermanas, nomás esquivan las cacas,  porque las princesitas no se ensucian las manos, ah si, pero para pistear, se les olvida la realeza y le atascan como albañiles,  y ahí estamos mi mamá y yo otra vez fregando los pisos y lavando las cortinas, para ver si se les quita el olor a cigarro. Y luego porque las casas huelen a cantina, pero eso, si a ellas les vale madre, hacen fiesta 3 veces a la semana y todavía se van de antro, yo nunca quiero ir, me choca que me tengan esperando y que un pendejo me diga si, sí puedo pasar o no –Hola Micky- si no los saludan por su nombre, ni te voltean a ver, y la verdad es que ni gente tan “bien” va, más bien, va pura muchachita naca, con sus garras de barata, queriendo apantallar, porqué al final todas viven del otro lado de la calzada, pero eso sí; ¡muy fresas las cabronas!   Como mi prima Bertha, ya nada más se compro su camioneta y ya ni siquiera habla. Nada más pasa dándole vueltas a la cuadra y escuchando banda. ¡Ay como Odio a Valentín Elizalde! (que en paz descanse) pero que feo cantaba, parecía un manatí en brama, pero si eres fresa, tienes que escuchar banda y hasta hablar como Culiche,  sino, no estás In. Bueno, eso dice mi hermana la flaca, pero quien  sabe pues es re pendeja, se gasta todo lo que le da mi papá en invitar a sus amigas y a su novio. No dudo que hasta le pague le motel, porque Renato se ve que nunca trae un cinco, dizque es filósofo… pero para mí, que  le atiza sabroso a la mota;  Diario llega con los ojos rojos y nada más porque mi mamá esta cegatona, pero yo si me doy cuenta, y luego habla puras estupideces, yo no sé como mi hermana agarra cada patán. Parece desesperada, Si no esta tan jodida, solo esta lonjuda, pero es re huevona. Yo le digo que vayamos al parque y que le baje al refresco, pero le vale madre, dice que ella es esbelta, si esbelta ¡pero bien lonjuda! Y pendeja, ahí anda comprando cigarros, para toda la bola y después anda pidiendo dinero para irse de antro. Yo ya no le presto, está loca, que se ponga a trabajar. Ya que no quiso estudiar la prinecesita, y a como va, va a acabar igual que mi prima Rosita, muy nice yendo cada viernes a los antros y se embarazo y no supo a quién echarle la culpa, y ahí anda la pobre de casa en casa, pero no trabaja ni amentadas de madre, yo no sé a qué le tira. Pobre de mi tío Alfredo, nada más porque le va re bien en la casa de cambio, aunque acá entre nos, dice mi mamá que esta lavando dinero, el otro día se tuvo que ir a Estados unidos en chinga, que porque dizque lo andaban siguiendo los zetas, ó no se cuales, pero eso si, es bien marro cuando se arman las fiestas en casa de mi abuela. Cuando es hora de cooperar, le dan ganas de ir  al baño, o le hablan por celular o se hace pendejo, que dizque nomás trae dólares, te digo, entre mas lana tienen, mas agarrados son. Pero eso si cuando llega a las fiestas diario solo buchanas, pero no le da a nadie, y ya nadie nunca le pide, un día hasta a mi abuelito le negó un vaso, pero bueno mi abuelito era bien hacha, y se ponía re pedo, la agarraba de 3 días y tenían que irlo a buscar a los bares de san Juan de dios. El médico le decía que no tomara y que no tomara, que se iba a morir de eso, pero a él le valía madre, y pues sí; le dio un paro, pero pues dicen que se tomo unas de viagra y que se murió en la cama de su novia de ¡28 años! Viejo rabo verde, que feo, y la muchacha esta quería que le dieran parte de la herencia, pero la sacaron a volar del velorio en chinga, y luego luego, se veía que era una buscona, pobre de mi abuelito me acuerdo que era bien cura cuando nosotros estábamos chicos, en su casa jugábamos a la trais mis primos Mateo, Berna, Gabriel, Federico, Fernanda, Tanya, Azucena, Martha, Pedrito, Raúl, Javier, Dolores, Yeyo, Ale, Demetrio, juan Francisco, y yo, a que buenos tiempos, el rancho estaba grandísimo y nos íbamos a pasar siempre las vacaciones de verano, Don Julio nos hacía nuestro pajaretes yo creo que por eso salimos tan pedos todos los primos, por cierto ¿no te había contado? ¿Qué crees que le paso a Eustasio? Que Adriana su novia lo cacho entrando a un motel con su amiga Violeta, y ya vez Adriana como es de cabrona, que se metió al motel, abrió el cuarto y les dijo servicio de cuarto y que se mete y agarra a madrazos a la chava y que le mordió acá donde te conté a mi primo, pobre ya se andaba desmayando lo bueno es que no salió en el show de la barandilla,  como el esposo de la pinche vecina que te digo, un día lo agarraron con un travesti beso y beso, pero la verdad el travesti estaba mejor que su pinche esposa cara de rata sanforizada, ah te digo y que me dice; si te molesto si por favor pones la basura al lado de tu puerta… ¡Pinche vieja! Y ella cuando pone el carro afuera de nuestra cochera le voy a decir a mi hermano que le ponche las llantas a ver si lo vuelve a dejar ahí. ¿No te conté verdad? De mi hermano.
Bueno, ahorita te sigo contando…  

Pokar de sietes


"Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la compensación."
EL KYBALION.
Fue una noche de 3 lunas,  como cuando nació su madre, que tuvo uno de los partos más espantosos y largos que se recuerden en la vieja Inglaterra; batalló durante interminables horas y sólo se rindió cuando alcanzó a ver los ojos grises de William. Su padre, que sólo deseaba complacer a su difunta esposa, lo crío a regañadientes. William fue un apestado en su casa, comía las sobras, y no tenía derecho a estudios. El dolido padre le cargó las labores de la casa, por señalarlo culpable de la muerte de su madre.
El tallador  mezclo con decisión, las cartas de la última baraja que se usaría. Dos cartas cerradas a cada uno, las de William resplandecían sobre el terciopelo verde, en esas dos pequeñas cartas cabían más deseo y frustración que en toda una vida. Y precisamente, fue una carta la que le cambió la vida a William, que al cumplir los 7 años, fue requerido por su tía Polly, hermana de su madre, para llevárselo a  vivir en la campiña Inglesa, entre el verde de las colinas, la leche calientita de las vacas y toda la felicidad, que se le había robado desde su nacimiento.
El oponente pago los 5, 000. William volteo sus cartas y tomo 5 fichas rojas. Las puso en el centro de la mesa, su mirada no demostraba nada. Sus cartas sumaban 14.  Los mismos 14 que tenía William cuando fue víctima de una enfermedad tan extraña, aún en estos días. Su espalda se en pronto se lleno de  yagas de estar postrada 48 horas al día. En esos años la muerte, era para William, un ángel tan deseado.
Se destaparon las 3 primeras cartas. Un 7, un rey y un As. A los 21 William se fue recuperando, gano fuerza, y pronto absorbió la vida que la enfermedad le había robado. Gracias a que su tía, le leía las lecciones en cama, pudo ser admitido en una de las universidades con mayor renombre, Oxford. Ahí fue uno de los estudiantes más brillantes que se recuerden, salió con honores y entró a una de las firmas más importantes de Londres. Pronto, su reputación creció de forma implacable y llego a ser el abogado mejor pagado de Europa.
El oponente trataba de descifrar la mirada vacía de William, creía ya poder predecirlo; Una partida de póker era más reveladora que un matrimonio de 50 años. Aposto 100 mil con toda la confianza puesta en su par de reyes. Y fue exactamente un Rey el que hundió a William a sus 28 cuando decidió aceptar el caso que involucraba al príncipe en turno en un asunto de corrupción y tráfico de armas. William hizo lo que pudo, pero sabía que no podía defenderse lo indefendible. el Príncipe fue le hazme reír de toda Europa y William fue arrestado secretamente; Pasó 7 largos años en la prisión real, por cargos nunca aclarados.
El oponente puso en la mesa 50 fichas grandes, William miró de nuevo sus cartas y pagó sin dudas; al pagar su deuda con la corona, William de 35 años decidió probar suerte en América, dejo atrás la lluvia y el té y llego a una tierra de Whisky, calor y oportunidades. Abrió primero, un pequeño despacho en la gran manzana y cual gusano se la fue comiendo poco a poco, llegó a hacer de su apellido el nombre más temido, en las cortes Norteamericanas.  Apellido que daba nombre, al edificio más alto, desde donde casi se podía ver el otro lado del océano. Llegó también una mujer especial, una verdadera escalera de color que le llevo a ser el padre más orgulloso. Desde la altura de su despacho, miraba el mundo tan pequeño, tanto, que a veces creía poder tomarlo en la palma de su mano.
El tallador puso la cuarta carta; El rey de espadas. No fue una espada sino una ametralladora la que le mato el espíritu. Un gran capo Italiano solicitó sus servicios para evadir la prisión, no había caso, era a todas luces culpable. William se negó rotundamente a la propuesta que no podía rechazar y al llegar a su mansión para celebrar sus 42 años, no había nadie en la sala, pensó que era parte del plan de sus gemelitas  para darle una gran sorpresa, pero a medida que ingresaba a la sala, un olor a inocencia perdida se le introducía en sus narices.  Las encontró a las 3 con una ramita de olivo en su boca, con tanta vida por delante, vida que nunca llegarían a recorrer. Loco,  ideó un plan para asesinar al capo, cualquier cosa era insuficiente,  nadie en la ciudad quería involucrarse así que lo tuvo que hacer en sus manos, en la corte mientras procesaban al capo, por evasión de impuestos. La gente del gobierno se alegro de que les quitaran ese peso de encima sin embargo fue condenado.
El oponente paso, William que no se jugaba nada más que un millón puso su resto. El oponente creyó ver un engaño en sus ojos y puso todas sus fichas, la gente se acerco a ver el desenlace. Un año antes de que William cumpliera 50, Robert F. Un joven Irlandés que William había ayudado gratis, llego a su celda y lo liberó, ahora Robert era el presidente de los Estados Unidos de América y tenía el poder, de hacer lo que le viniera en gana. Lo nombró el encargado de su gabinete y William fue pieza clave para la recuperación de la economía de ese país, sin embargo en su rostro estaba tatuado su dolor y ni las residencias, las mujeres ni aún un par de hijos más pudieron devolverle eso que se llama normalidad.
Se pidió que se destaparan las cartas; El oponente a falta de una carta tenía tercia de reyes; William tercia de sietes, la gente emocionada, esperaba la última carta, William le dio la espalda, sabía cuál era.
Y así a sus 55 años con 11 meses y 29 días William Roger Barrett daba la última calada a su puro.  Mientras con su pluma mont blanc firmaba los papeles en los que cedía la mitad de sus posesiones a sus dos hijos y la otra mitad a la beneficencia. Solo se quedó con el traje que usaba y con una pesada bolsa de piel con la que salió a caminar las azules calles,  bañadas por la brizna del Támesis.  Vio el cambio de guardia en el palacio de Buckingham y  después subió a lo más alto del Big Ben.  Al dar las 7, William abrió el saco y desde ahí dejo caer el millón de billetes de 1 Euro que había ganado. La muchedumbre paró el tráfico, y de cualquier lugar, cientos de personas salieron despavoridas por alcanzar algunos billetes. Nunca una lluvia había sido tan bien recibida en Londres.  William entonces tomó algo en su mano, descendió hasta el London Brigde y de ahí se aventó a las frías aguas del Támesis.
Después de 7 años, unos jóvenes que acampaban en una isla cercana, encontraron su cuerpo, desmembrado por los peces pero con una carta plastificada de baraja, en su mano.