miércoles, 3 de noviembre de 2010

El asombroso burro Grizly


Parado, en el despeñadero más profundo ruge el burro grizzli. Exiliado de sus parientes más cercanos, los jumentos de granja, “el burro barranqueño” (como le dicen los precavidos aldeanos) ronda por las noches, rabioso en busca de nuevas víctimas. 
Nació de una burrita corriente, que fue preñada por un toro de Lidia que venía errante del sur, después de haber cogido a un famoso torero Español.  Desde su nacimiento, el burro grizzli  ha provocado el horror y el asombro de quien lo ha visto de cerca. Y aunque la deformidad es una constante entre la gente y los animales que beben agua del río, nunca se había presenciado una tan grande.
Doña Cuca la partera se desmayo al ver a aquel animal de aparentes 5 piernas, al instante los ojos de los niños fueron cerrados y las señoras ya no volvieron a ser las mismas.   El animal estuvo a punto de ser sacrificado, sin embargo Doña Inés intercedió y convenció a la gente de que este ejemplar era digno de una exhaustiva investigación científica, aunque Doña Inés no era científica, ni tan siquiera, había terminado la primaria. La viuda cuidaba al entonces burrito y le bañaba con sumo cuidado. Tanto era el cariño que le tenía,  que le dejaba dormir dentro de la finca.  Por las noches el burrito rebuznaba y rebuznaba,  como queriendo espantar a las ánimas que eran todavía comunes en el pueblo y que gritaban (también desde la casa de Inés sendos improperios que no es sano repetir aquí)  Un día de primavera  cuando el burrito llego a su tamaño natural, encontraron a Doña Inés, misteriosamente asesinada; con un boquete que le atravesaba las entrañas, y que casi la partía en dos. Pero, extrañamente, con la sonrisa más dichosa que se recuerde.  Al lado del cuerpo, estaba el burro, furioso y celoso de quién quisiera acercarse al cuerpo de doña Inés.   Tuvieron que venir los hombres con antorchas para que el burro se despegara del cuerpo y pudieran volver a enterrarla.
Acostumbrado a vivir en el calor del hogar, el Burro Grizzli vago por otros pueblos, en búsqueda de otro lecho donde pudiera reposar su peso, Siempre de noche y silencioso. Se sabía de su paso, pues las burras, yeguas, mulas y aún las vacas se enfermaban; duraban días y días moviendo las hierbas, con una mirada rara, como de nostalgia.
Incapaz de encontrar un trabajo decente, el burro acepto el consejo de una elefanta que se hizo su intima, en una parada del circo de los hermanos Ver, y  entro al mundo del espectáculo. Recorrió el continente en busca de aventuras; En la selva amazónica tuvo un duelo con la temible anaconda y en la llanura fue famoso incendiando las llamas.  Pero pronto su libido se hizo tan temible, que ni a los animales enjaulados respetaba y fue expulsado por haberle sacado los ojos a una tigresa albina muy exótica.
Se refugió entonces en el abismo de la barranca, su leyenda creció aún más… se le atribuyeron poderes milagrosos y alguno que otro aventurero y aventurera bajó en su búsqueda, solo se escuchaba un potente alarido y jamás se volvía a saber nada de nadie.  Dicen que a veces  se acerca al pueblo, con esa mirada tan lasciva y esos rebuznos que penetran la piel y erizan el coxis.

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