viernes, 16 de julio de 2010

Cortinas de manta (R)



Ya sé, es una reverenda chingadera que un hombre macho Méxicano como yo, salga de compras por unas cortinas  perfectas. Pero si no se desea terminar con una habitación llena de colores incombinables o con telas con detalles femeninamente cursis, la propia habitación la tiene que arreglar uno ¿no?
Y ahí iba yo, solo, entre tanta gente, mujeres en su mayoría que no entienden que uno debe de caminar por su derecha y avisar cuando se va a parar de repente a riesgo de llevarse un buen repegón en la retaguardia. El nombre de las cosas se inventó hace mucho tiempo, pero pareciera que estas mujeres van rehaciendo el mundo a acada paso -!mira jarritos!. -!mira la macetita! -!mira los cuadritos. El hecho de arrastrarme como asquil en fila india me surra, el llevar el ritmo de la señora petacona, que carga hasta con el perro y que va adelante, parándose cada 2 puestos y empujando una carriola que no deja espacio alguno para el rebase, me hace pensar que no hay una gran diferencia, entre nosotros y un rebaño de vacas... incluyendo al buey que les habla. Ahí iba yo con paso de res, por el tiangüis del jueves en Tonalá, con mis 500 pesos (canjeables por unas 20 caguamas heldas)  para comprar un par de cortinas de manta que pondría en mi mal llamado departamento. Y es que, un par de gruesas tablas bloqueaban las ventanas y aunque a mí, a mí la verdad me vale madres, había que renovar para que el cuarto-estudio estuviera un poco más presentable. Después de mirar cerca de 347 changarros, 53 vendedores caminantes con chucherías y mucha gente sin nada que hacer, por fin encontré el ansiado puesto; cual gloriosas velas sobre tubos de marfil colgaban decenas de cortinas de manta; con sus pliegues arrugadillos y su pálido color similar a al pulque. Entre mí y esas cortinas estaban una decena de señoras fumigadas con similar perfume, con sus caras arrugadas como la manta y sus agudas voces regateando una rebaja.
Instantáneamente vi el par de telas que me iba a llevar y me imaginé mi cuarto-estudio-oficina, engalanado con un sutil estilo de elegancia chichimeca-noveu- post modernista y con un toque, si, un toque de mota en mis manos. Las señoras seguían regateando, manoseando cada cortina que se les ponía en frente (como nosotros con sus hijas antes de que se arrugaran de igual forma)  y sosteniéndolas frente a ellas, para examinarlas microscópicamente en busca de algún defecto que justificara una rebaja; Para hacer tiempo, me compré un tejuino con nieve que no estaba mal, pero que nunca iba a saber como el que vendían afuera del kínder de "los trojes". Mientras absorbía el maíz fermentado por la pajita me enteré, que la vecina de cierta señora estaba enferma de cáncer, que a su cuñado le gustaba quebrar pistaches con los codos, que Ninel conde si se había operado sus tetas... y que aquellos tenis con suela ridícula no les habían bajado un solo kilo a sus esculturales cuerpos.  Harto ya de tanta espera, decidí imponer mi hombría, y comprar mis cortinas sin regatear, para enseñarles a las ñoras que hasta en el tiangüis se puede derrochar clase... Mis palabras salieron solo como un quejido lastimoso que nadie oyó, las señoras cerraron filas como vacas que alinean sus patas traseras para que no entre el que las va a ordeñar y subieron el tono de sus chillantes voces; alcancé a oír que una de ellas preguntaba por mis cortinas -350 el par. decía la vendedora que enfrascada también en la polémica sobre si las Mexicanas si estaban bigotonas o no  y si Paty Chapoy junto con la mamá de Lucerdito, se habían cogido a Sergio Andrade (de quien por cierto pienso que deberían de ponerlo a dar seminarios de cómo hacer sequitos de viejas re buenas que lo mantengan a uno) Se termino mi tejuino, y absorbí los últimos granos de sal que seguramente hincharían mi hinchado y cervecero estomago. Posteriormente y cuando al fin las mujeres se retiraron (sin comprar nada por supuesto) y a punto de desembolsar los 350 pesos para tapar las ventanas de mi cuarto-estudio-oficina donde nunca se ha escuchado el traquetear de una máquina, sentí un dedo frio en la espalda, como si la muerte me hubiera dado un arrimón. Voltee y mire a una anciana tan vieja que parecería la abuelita de mi abuelita Teresa (Que era la más petatiada del INSEN) Con esos ojos tan hundidos y balbuceando algunas frases que no escuché pero que seguramente narraban las peores desgracias sufridas por un ser humano. Con gusto le di un billete de 50 que iluminó un poco sus ojos, y diciendo las mejores bendiciones del mundo (que tampoco alcancé a oír) se alejo lentamente entre la multitud de gente ansiosa por gastar dinero en cosas innecesarias (no como mis cortinas de manta) Frente a mi había una mujer despampanante, de unos 25 años atendiendo un puesto de pinturas que me sonrío con una mirada tierna. Yo simulé una sonrisa que fue borrada por la horrible voz de la vendedora que despectivamente y pensando que un varón no es cliente potencial para comprar cortinas, me preguntó ¿Entonces? Dejando de lado al ángel, pedí ver de cerca ese hermoso par de cortinas tejidas por mujeres de morenas manos vestidas como Frida en algún taller pintoresco con tucanes y changos en el patio, de algún jacal en un puerto paradisiaco, donde la gente come cocos y toma cheve todo el día. No pude no imaginar mi cuarto-estudio-oficina-Cuartel iluminado con esa luz difusa que proporcionan las mantas y que le dan un aspecto a todo de pintura del periodo renacentista, y que tienen la virtúd de engalanar cualquier desnudo... (hasta mi panza chelera se ve culta) -que no se diga más Carlitos. me dije (así me digo de cariño, aunque cuando estoy desnudo en el baño me llamo Don Carlos... programación neurolingüistica jejeje) Lleve mi mano al bolsillo y en eso atrás de un vendedor de cachorritos emergió una mirada silenciosa que me escudriñaba con ansiedad; una mujer con el rostro seriamente desfigurado y con una osamenta afectada por la polio tenía más de dos minutos mirándome, me sentí apenado, cuantos días había yo pasado postrado en cama o mirando la televisión pudiendo caminar o mejor aún, correr por el campo  entre la lluvía, mientras esta mujer nunca sabría del vértigo de bajar por una pendiente empinada y de la risa que brota sola cuando uno siente que se va a dar en la madre. Pero mis fondos para caridad ya se habían ido con la viejecilla que seguramente hoy podía sobrevivir un día más. Sin embargo la hermosa del puesto de pinturas me miraba expectante, y automáticamente transferí otro billete de 50 de mi bolsillo a la maltrecha mano de la afectada que simuló un saludo y que me dio la espalda en segundos alejándose torcida entre la gente normal que nunca ha dado gracias por la ventura de caminar erguida. La vendedora impaciente por seguir mirando la barandilla en su pequeño televisor, me apuraba a comprar - se las dejo en 300. me dijo. creo que con un poco más de duda y timing me las hubiera bajado hasta 100 pesos.  Pero abrumado por los olores de carnitas mezcladas con sudor me apuré a comprar mis  fatídicas cortinas y cuando la bigotona vendedora me regresaba mis últimos 100 pesos de cambio algo horrible se apareció a mi vista: un anciano sin piernas qué se arrastraba por medio de una avalancha como las que regalaba lagrimita y Lalo (Ese Lalo, ¿A cuantas hurracas parlanchinas no se habrá ajusticiado?) llorando patéticamente ante el terror de unos niños, que imaginaban quizás , que mal habría cometido  para que Dios lo castigara de tan artera forma. el anciano se planto frente a mí, me miró de arriba a abajo y no me dijo nada; sabía que no me tenía que decir nada. Inclusive su mirada no era lastimosa sino retadora. En verdad no me causaba simpatía quizás un poco de lástima, pero eran mis últimos 100 pesos y sí, la hermosa vendedora me observaba sonriente y ya no solo ella, sino un par de muchachas que supongo serían sus hermanas. Obligado por la circunstancias y no por la moral, y un poco enfadado vi como se iba mi último billete de 100 pesos (me dio pena pedirle cambio) 4 caguamas de litro aproximadamente que nunca llegarían a mi panza. Vi con disgusto como el sin piernas se llevó el billete a una bolsa cangurera donde había más lana de la que yo nunca había podido tener junta y saco un tarro donde seguramente traía Buchanas 50. Un poco encabronado salí del tiangüis , sin un cinco para el regreso y resignado a caminar un trayecto de unos 10 kilómetros, alejándome cada vez mas de la muchedumbre hambrienta de gastar su dinero en cosas insulsas como jarritos, fuentes, adornos, del sol y la luna mas choteados que la chingada y cuadros de frutas e imitaciones de Riedo Divera y no cortinas de manta pre lavadas. A una cuadra de distancia me alcanzó aquel bello ángel que trabajaba de vendedora, - Hola ¿adónde vas?. -Hacía mi cuarto-estudio-oficina-cuartell y cantina en Guadalajara. Le contesté. -¿te puedo acompañar?. me dijo -Dios eres grande- pensé, y camine todavía una cuadra más exaltado de este dharma instantáneo del cual estaba siendo partícipe. sin embargo en la esquina de la cuadra una familia de indígenas se veía en apuros, una niñita desnuda temblaba de frío, el padre angustiado mendigaba un par de pesos. Ya no había salida, aquellas cortinas bordadas por mujeres morenas con los pechos de Salma Hayek rozando sus telas y con los canarios, cotorros y tucanes no verían mi cuarto-estudio-oficina-cuartle-cantina y anexas. Acompañado por el angel y con el gesto de un santo asceta, tendí las telas frente a ellos y con una resignación que ya hubiera querido Don yisus seguí caminando de la mano del bello ángel sin voltear hacía atrás , a fin de cuentas el ángel con cuerpo de diablo caminaba conmigo hacia mi cuarto-y y lo que se les ocurra de más.
Al llegar a la esquina me tomo la mano y quitada de la pena, me preguntó ¿y dónde está tu carro?
Resignado, sobrio, con las manos vacías y los pies ampollados, miro las tablas que tapan las ventanas de mi cuarto-estudio-oficina- motel-cantina- ataúd.

1 comentario:

El Temible Cuajinais dijo...

Hace mucho calor en el Tianguis, Legas. El de Tonalá es una excelente opciòn para toparse con un verdadero muestrario de nuestra ciudad. Me gustò el Blog... estaremos al pendiente.