jueves, 29 de julio de 2010

Una tarde de domingo.




Las gotas caerían como ángeles desterrados

La gente se resguardaría bajo el primer techo cercano

Yo, caminaría impávido sin miedo a empaparme, discutiendo conmigo mismo lo fatuo de mi existencia.

Tú, ausente, esperarías el camión bajo la parada de camiones, escuchando el ritmo de motores y los murmullos de edificios mitológicos.

Yo miraría la realidad reflejada através de los charcos de la avenida Juárez.

Tú, sacarías la lengua y probarías la lluvia discretamente.

Yo, indagaría motivos para no arrojarme a un trolebús en marcha.

Tú, caminarías hacía el borde de la banqueta y descuidada, dejarías que tu sandalia fuera arrastrada hacía la corriente.

Yo, la miraría pasar, como un naufrago mira una balsa e iría tras de ella. Antes de que se hundiera para siempre en el próximo acantilado.

Tú, caminarías renqueando, apenada con una mueca deliciosa en tu rostro.

El cielo, abriría su vestido y dejaría que el reflector galáctico te alumbrara entre las sombras grises del parque.

Yo, me incendiaría por dentro, mi ser se reconocería en la pupila de tus ojos.

Tú, darías las gracias, y te extrañarías por esa mirada mía; te recordaría árboles de miel y arroyos de leche.

Yo, pasmado, trataría de inventar palabras, y las pronunciaría aún con letras que no tienen sonido.

Tú correrías a tu camión, no sin antes voltear y con los músculos precisos de tu boca, formar la única sonrisa sincera del mundo.

Mis piernas caminarían tras de ti, mi ego me invadiría de dudas, mis ojos VERÍAN, mis poros se abrirían tanto que me harían semitransparente.

Tú abordarías tu ruta no sin antes voltear hacía atrás y regalarme el infinito con tu mirada.

Yo, vería partir ese camión tan viejo y sentiría la ruptura, no por primera vez, sino que, sería consciente del porqué de este agujero en el estomago.

Tú, todavía mirarías por la empañada ventana del autobús y lo comprenderías todo, querrías bajarte pero tu bolsillo estaría vacío y tu madre se preocuparía mucho.

Yo, no sería el mismo nunca más.
La gente lo notaría y me vería como un loco difícil de tratar.

Dios, perdería los ovillos color carmín de tu madre, que te mandaría de nuevo al centro.

Yo, deambularía entre una tormenta de rostros, sin encontrar una gota de ti.

Tú, desviarías un poco tu camino, te sentarías en la única banca desocupada del jardín.

Yo, miraría de nuevo con atracción las ruedas del par vial, y al fondo, iluminada por el último rayo de sol tu banca, y el brillo de tu cabello.

Tú te harías la interesante, -las chicas decentes se dan desear. dice tu madre.

Yo cruzaría la calle y ya no vería smog, gente desconocida ni muerte, sino el marco perfecto para la obra de arte llamada: tú. No Habría nada que decir, las palabras son engañosas, te miraría hasta que llegara la noche.

Tú, dirías -es tarde. Y yo te diría –es el momento preciso.
El mundo se detendría un instante y volvería el equilibrio, las cosas irían ordenándose solas. Se propagaría como una alegre pandemia. Volverían los juegos, las canciones, los héroes, la confianza y los sueños; el miedo se transformaría en amor  y se acabarían las guerras dentro del hombre.

Pero ya ves,  decidí quedarme en casa y nada de eso pasará…

1 comentario:

Unknown dijo...

tristeeeeeee!! como q preferirías quedarte en casa, miles de historias como estas he soñado :)

me encantó :)