lunes, 19 de julio de 2010

Hubo una vez… o mejor dicho una de tantas veces.


Que Dios quiso ser consciente de cada partícula que lo constituía y se hizo de materia un traje de alma, espíritu, carne y hueso. Y recitó con su inmaculada lira, las vidas que le gustaría vivir. Millones de eones pasaron hasta que todas  las posibilidades fueron calculadas, todos los nombres, todos los sentimientos, todas las acciones posibles, fueron grabadas con fuego en el manto estelar para aquel que supiera leerlas.
Y  Dios se sintió lleno de todo y por eras incalculables para el razonamiento humano, cantaba aquello que había escrito, pero era tal su afán y su pasión por aquello creado que cómo todo artista quizo ser indivisible entre su ser y su obra y sigue aún viviendo cada vida, amándose a sí mismo, matándose, violándose, perdonándose, levantándose y cayendo de nuevo, viviendo en cada ser humano y en cada instante, como una inmensa partida de damas chinas donde quita para poner y viceversa, hasta el punto de que se ha olvidado de sí.
Hasta que un día y al mismo tiempo todos los habitantes de la tierra incluidos los animales, las plantas, los mares, las montañas sean consientes de lo que son a y todo esto acabe, hasta que llegue otro loco Dios briago de pasiones que quiera construir algún otro juego estúpido.

1 comentario:

El Temible Cuajinais dijo...

¿sabes Legas? todos los post tienen un condimento muy localista con el que los tapatíos podemos identificarnos pero éste en especial tiene un toque de universalidad que lo hace diferente.

¡saludos!