martes, 27 de julio de 2010

El bípedo que compro un auto


Había una vez un bípedo común y corriente, que caminaba de aquí para allá, y a veces corría de allá para acá. Tenía una estatura y peso regulares y tenía un trabajo regular. Pero un día este bípedo cambió su vida para siempre.
68 mensualidades de la terecra parte de su sueldo le costarían dejar de ser un bípedo común. Aquella tarde llego en su automóvil nuevo y fue la sensación en su barrio de bípedos, su familia (también de bípedos ) se alegró tanto que hasta su madre orgullosa de que su hijo fuera alguien le preparó un pozole, los viejos bípedos revisaban el motor y calculaban los caballos de fuerza de la máquina. El ex bípedo se sentía orgulloso ya no sería del montón.
En la noche no pudo dormir, cualquier ruido lo despertaba, ¿y si alguien le rayaba la pintura? ¿y si se lo volaban? Mañana mismo- pensó- iré a asegurarlo aunque me cueste última parte de lo que gano.

Al otro día el ex bípedo ahora automovilista. Echo a andar su carro. Por si alguien en la cuadra no se había enterado de que ya no era un bípedo, acelero y acelero hasta despertar al último vecino dormido. Su forma de mirar cambió, se empezó a erguir, su pose se hizo altiva y su mirada se enfundo de desprecio.
Dejo atrás su cuadra, y pronto llegó a la avenida, en la parada del camión vio a sus otrora compañeros bípedos y subió el estéreo, le dio lástima como se subían como sardinas al sudoroso camión y bajo el vidrio para ver si veía a uno de sus compañeros de trabajo, no para llevarlo si no para ver qué cara ponían cuando lo vieran arriba de su flamante carro del año.
Ese día en el trabajo se sentó a la hora del desayuno en otra mesa, más cerca de donde se sentaban los Ejecutivos y desde ahí pudo observar un momento su brillante carro en el estacionamiento.
Al salir llevo su carro a una boutique de autos y lo equipó a su gusto gastando lo poco que le quedaba en la tarjeta, así quizás tendría chance de conseguir una buena Bípeda de caderas gordas y recorrer la ciudad con ella y quizás si el destino lo quería; tener un copilotito.
Sin un quinto en la bolsa pero con el orgullo arriba el bípedo decidió ir a pasearse por la ciudad. Con su mano derecha tomaba el volante y su brazo izquierdo colgaba por la ventanilla. ¡por fin podría usar aquellos lente Ray van que le habían regalado en sus 15! En un semáforo de la gran avenida otro automovilista se emparejo con él. Un automóvil de super lujo conducido por un tipo con la cabeza torcida hasta el cielo. Nuestro amigo ex bípedo se sintió humillado a pesar de su flamante auto nuevo había uno más nuevo y 3 o 4 veces más costoso que el de él. Tuvo que aguantar la mirada humillante y el solo sonrió sin que el otro chofer le devolviera más que una mueca burlona. El semáforo se puso en verde y el otro carro salió disparado tan rápido que nuestro ex bípedo le perdió de vista a las dos cuadras. Le echaría más ganas, doblaría el turno de ser necesario pero el algún día tendría aquel carro y ahora sí… sería feliz.

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