miércoles, 18 de agosto de 2010

twins

 Nacidos y fallecidos al mismo tiempo. Físicamente 100% idénticos. Pero por dentro, las almas más disimiles que hayan existido.


Al risueño se le llamó Carlos y Oscar al Iracundo.

Habían comido lo mismo, habían vestido lo mismo y recibido los mismos derechos y obligaciones en casa. Oscar estudió Ingeniería. Carlos Arquitectura. Y en contra de la costumbre ninguno de sus amigos los confundió una sola vez.

A los 30 dejaron de hablarse y no fue hasta que sus padres celebraron sus bodas de oro que volvieron a estar cerca.



Aquella noche Oscar llego al templo a la hora acordada, mientras Carlos lo hizo cuando el sacerdote repartía las hostias y un poco borracho recibió el cuerpo de Cristo, a diferencia de Oscar que enojado, al descubrir que portaban un smoking idéntico, prefirió quedarse sentado atrás; lejos de todos evitando así el saludar a familiares que ya ni conocía, ni quería conocer. Carlos se sentó junto a sus padres y se alegró de ver a sus primos y a sus tíos con vida y los saludó a todos de uno en uno.



Acabada la misa, Oscar salió de prisa antes que todos; se le hacía un absurdo esa costumbre de tomarse fotos afuera del templo, formados como un equipo de fútbol. Carlos por su parte estuvo en casi todas las fotos y le pidió copias de todas las tomas al fotógrafo.

Carlos llevó a sus padres en su automóvil, mientras Oscar se fue caminando al salón de eventos, aliviado porque no batallaría por tener que encontrar un lugar para su inexistente carro y no tener que pagar un ballet parking.



Al llegar al salón, Carlos escogió el lugar más cercano a la pista e invito a sus primos una botella del mejor whisky. Oscar estuvo sentado en la barra donde servían las cervezas esperando que la noche pasara rápido para estar de nuevo en su casa aunque no tenía nada mejor que hacer.



Carlos estuvo encantado de conocer a las hijas de una prima que venía de Estados Unidos y que nunca había conocido. Oscar se escurrió discretamente al baño cuando la prima se iba acercando a él.



Llego la hora del vals y Carlos como siempre se hizo el payaso frente a todos, arremedando a sus tíos y carcajeando a su familia estaba orgulloso de ellos y su familia estaba orgullosa de él. Oscar distante rogaba a dios porque no lo nombraran por el micrófono, pero así fue. Oscar tuvo que acercarse a bailar con su madre a quién veía muy pocas veces al año y se sintió avergonzado; La gente se reía de él, porque no sabía bailar. José los odiaba a todos, siempre se había sentido avergonzado de su familia. No quería ver a ninguno a excepción de sus padres.



El vals continuó y Oscar miró como Carlos quitado de la pena, sacó a bailar a la más guapa de las muchachas invitadas. Oscar nunca se había casado. Carlos se había divorciado 2 veces y tenía más de 7 hijos regados.



Llego la hora del brindis; Oscar dijo las palabras tantas veces oídas en aquel casino. Carlos Improvisó un discurso cargado de humor que hizo sonrojar a sus padres, quién, como un regalo de bodas, les pidieron en secreto a los dos hermanos que se dieran la mano antes de irse. Carlos sin ningún problema se acerco a Oscar, que sin ánimo y para satisfacer a sus padres estrecho su mano. La cúspide de una vida de Alegrías, aventuras y sorpresas y el fondo de una existencia de soledad, amargura y tedio llegaron a su fin cuando los tornillos que habían sostenido por medio siglo a un gran candelabro decidieron jubilarse dejándolo caer precisamente antes de que los gemelos separaran sus manos. Su muerte fue instantánea.

Al llegar los rescatistas y remover los escombros, su madre desconsolada lloró por sus dos hijos, concebidos exactamente hacía 50 años. Uno con cara de dolor y otro con una gran sonrisa.

A la hora de enterrarlos El padre se apeno por la desdicha vida de Oscar y se sintió un poco reconfortada con la sonrisa de Carlos, sin imaginar que habían colocado los cuerpos en las tumbas equivocadas.

No hay comentarios: