jueves, 5 de agosto de 2010

NO PAIN NO GAIN




Tomás era uno de esos tipos de los cuales nadie se acuerda cuando miran las fotos del colegio. No era inteligente ni tenía la gracia que suele acompañar a los más burros. No era bueno pal fut  y nunca se agarró a madrazos a la hora de la salida. No se ligo a nadie ni tampoco tenía un apodo. Tomás era una sombra que ocupaba uno de los rincones del salón en la preparatoria. En su cuadra nadie lo conocía , inclusive en familia sus primos rara vez se acordaban que tenían un primo llamado Tomás.

Fue cuando salió de la preparatoria, con su certificado de 8 en la mano que Tomás encontró su vocación. No quería seguir estudiando, los números no se le daban y le importaba un pito quien había peleado en la guerra de los Balcanes. Entonces su madre le exigió encontrar trabajo. Tomás se acerco al puesto de periódicos para ver en el informador la sección de empleos. Y mientras se acercaba miró la portada de una revista con un joven fisiculturista, con un diminuto bikini y rodeado de muchas mujeres tocándole los músculos, hubo una revelación en su interior, ¿porqué no lo había pensado antes? Compró la revista y leyó todos los artículos, veía una y otra vez aquellos cuerpos esculpidos con el sudor y la disciplina diaria. Para callar a su madre, Tomás tomo un empleo como cargador del abastos, y con su primer quincena, se dirigió al viejo gimnasio del barrio. Un lugar oscuro, con una alfombra gastada en el piso y un espejo enorme que cubría toda una pared. Su rutina era simple; se levantaba a las 4 de la mañana y se desayunaba un licuado de naranja con huevos y atún, se dirigía al trabajo y a las 2:00 de la tarde ya estaba en su casa, comía un licuado de proteínas (el cual le costó lo que ganó en tres meses) y dormía. A las 4 tomaba su valija se enfundaba en sus pants e iba a sudar la gota gorda. Era tal su dedicación que solo en 6 meses, Tomás paso de ser  un escuálido joven  a tener un cuerpo embarnecido y marcado. Las mujeres empezaron a notarlo y Tomás también. Pronto mudo de guardarropa y se fue comprando playeras y pantalones más entallados. Cuando iba en el camión le gustaba viajar parado, así podría tensar los músculos de los bíceps para que lo notaran las mujeres. En el gimnasio, dejo de ser una sombra, ahora tenía amigos, todos fisiculturistas. Con ellos veía las revistas de fitness y comparaba músculo. Pronto no solo sus músculos se proyectaron sino también su voz. Tomás dejo de ser aquel chico tímido e insignificante y comenzó a ser uno de los protagonistas. Iba con unas diminutas mallas de licra, y con una pañoleta en la cabeza, empezó a ver para abajo a los debiluchos inconstantes o novatos que empezaban, en el gimnasio todos ya sabían de el, pues cuando hacía sus repeticiones de brazo sus rugidos casi se alcanzaban a escuchar en todo el barrio.

En menos de 4 años de esfuerzo Tomás ya tenía amigos, una vocación y varias novias. Ya se sabe que mientras menos ideas tenga un hombre en la cabeza. Más fácil le será cumplirlas, y Tomás era un sinónimo de disciplina, pronto dejo de comer grasa, nunca se dormía mas allá de las 10:00 de la noche y nunca probaba una sola gota de alcohol. Tomás tenía un físico impresionante que ya sobresalía de los demás en el gimnasio. Sin embargo a comparación de la foto de Arnold que tenía en su cuarto, el se veía muy pequeño. Y por ello empezó a ir dos veces al día al gimnasio, en cuanto salía del trabajo ya antes de dormir. Se mataba y se mataba leía todos los libros y se sabía todos los trucos sin embargo Tomás había llegado a su tope.

Un día en una tienda de suplementos vio algo que lo dejo estupefacto; y no era el trasero de la dependienta tan bien formado sino una espalda que parecía medir lo de 3 personas, con unos hombros potentes al borde del colapso, y unas pantorrillas gigantescas. Sin dudarlo se acerco, quería ver qué clase de proteína usaba aquel monstruo. El monstruo era un tipo cerca de los 60s con un bronceado a lo Palazuelos y el pelo teñido de rubio. Tomás le pregunto - ¿señor, eso es lo que toma? El doctor Humberto se río pues en sus manos llevaba un bote de fibra cahuenga. – si quieres ponerte grande realmente, ve a mi gimnasio- le dijo y le dio su tarjeta: Doctor Humberto machado.

Tomás llego a al lujosos gimnasio de 3 pisos, ahí estaba Humberto con un diminuto short de lycra, y sin camisa, se veía en el espejo, preocupado porque al parecer le faltaba formar bien el músculo infraespinoso de la espalda, así que resoplaba enfadado y volvía a la carga. Tomás enseguida llegó para auxiliarlo con la pesa y el doctor le agradeció, después de terminar su rutina pasaron a su oficina, donde el doctor tenía sendos reconocimientos de concursos de físico constructivismo y hasta una foto con ARNOLD. Tomás casi se caía de bruces, platicaron brevemente y Tomás le expuso su problema, llevaba más de 1 año que no podía ya subir de peso. –Te entiendo- le dijo el doctor, -yo pase por lo mismo, pero no te apures- Yo conozco el secreto y  saco de un compartimiento secreto en su escritorio un par de jeringas. Tomás sabía que era peligroso, sin embargo quería ser un titán, ahora si nadie dejaría de verlo. 10,000 pesos cuestan la inyección y se pone una por mes, le dijo el doctor. -¡pero si no gano ni la mitad al mes le dijo Tomás- . –bueno, pues ¿por qué no trabajas para mí? ¿De que trabajaría? Humberto con ese ridicula autoestima que cargan los fisiculturistas, quizá de tanta presión que le meten a las venas que llegan a su cerebro,  fue hacía la radio y puso un disco. Se puso de espaldas y empezó a bailar frente a Tomás. Este pasmado veía no sin cierta repugnancia, como un hombre de 60 años, hacía sus movimientos “sexis” y movía el culo como bailarina. $3000 pesos por baile hijo- le dijo Humberto y puedes bailar a veces hasta 10 veces por semana. A Tomás se le borró la repugnancia del rostro.

La primera jeringa se la puso Humberto, en el baño, esto queda entre nosotros le advirtió, -eres un privilegiado, esto es lo que usó mi compadre Arnold cuando ganó el Mister Olimpia del 75.Tomás se bajo el pantalón y Humberto hundió la jeringa, en su nalga….

Tomás vio resultados casi instantáneos, al otro día, se sentía eufórico, tanto que bajo el último camión del abastos el solo, en el gimnasio no se cansaba, hacía el triple de repeticiones de antes y no había ya suficientes discos para que el sintiera la carga en sus sentadillas Después de la hora del cierre Tomás se quedaba con Humberto y ensayaban las coreografías vistas en los debiluchos de solo para mujeres. Se mando a hacer su atuendo, sería un bombero, vestido de cuero. La noche del debut llegó, En una guardería del Dif las maestras tenían su posada y él era el plato fuerte. Apagaron las luces y Tomás accionó su grabadora, salió al escenario contando los pasos aprendidos, y tratando de no equivocarse, cuando las luces se encendieron las mujeres aullaron, Tomás por fin se sintió pleno. Sacaba cerca de 20 mil pesos al mes aunque la mitad se le iban en las jeringas, y en cremas ...y maquillaje. Ya casi estaba tan grande como Humberto. Aunque a veces sentía algunos dolores en los riñones y cuando se veía desnudo en el espejo se veía cada vez el pene más pequeño, -Quizás por qué mi cuerpo cada día es más grande- decía.

Un día lo sorprendió inyectándose otra substancia, que el no conocía. Se enojo con él por ocultarle su secreto, pero él se justifico diciendo que no quería que se frustrara. Cada jeringa de esas costaba 100, 000 pesos y sabía que Tomás no los tendría, sin embargo Tomás era terco y se dijo dispuesto a trabajar el doble para conseguir el dinero. Humberto estuvo de acuerdo y llevó a  Tomás a uno de esos lugares donde le pagaban el triple.

Ingresarón  por la puerta de atrás de una lujosa disco y Tomás se preparo tras bambalinas. Humberto le puso el aceite en su cuerpo y  yn tipo entró y le dijo que era su turno, oyó la pista y salió al escenario, las luces lo encandilaron y poco a poco sus ojos se empezaron a acostumbrar y pudo distinguir que estaba en un antro lleno de Maricas. Tomás sintió repulsión a él le gustaban las mujeres y nunca si quiera le había pasado por la cabeza el estar bailando frente a una bola de locas, que aullaban y lanzaban sucios piropos a Tomás que rojo de verguenza, estaba a punto de salir corriendo. – ¡Acércate! tienes que acercarte a ellos le dijo Humberto- Tomás se acerco hacía las mesas y los jotos fueron depositándole billetes de 200 y hasta de 500 (perdón entonces no eran jotos… eran gays) sin embargo lo fueron manoseando y no le quedo una parte sin ser tocada.

Tomás vomitó en el baño de atrás, con los casi 5000 pesos agarrados en su puño, que había juntado esa noche.

Después de mucho trabajar Tomás ¡Por fín obtuvo los 100 mil pesos! Sería otro Arnold, más joven, más  guapo.  Saldría en la televisión, andaría con alguna artista del medio y pondría su cadena de gimnasios, donde se reventaria a las maestras de aerobics y spimming. Llegó al gimnasio con los 100 mil pesos en una mano. Se los dio a Humberto. Y este con un semblante molesto le dijo: ¿y que crees? ¿Qué cualquier persona que tenga 100 mil pesos ya puede tener el secreto? Tomás lo miró un poco desconcertado, Humberto se puso de pie y saco su miembro al aire.

Tomás llego a su casa y se puso la inyección, trato de no lastimarse su lastimada retaguardia y durmió de lado.

Al otro día su madre se extraño de encontrarse en la cómoda de Tomás, una ampolleta como las que a ella le inyectaban cuando se le subía el azúcar y que le costaba solo 100 pesos en la farmacia de la esquina.

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