lunes, 9 de agosto de 2010

EL ULTIMO GRAN POETA



 Erase una vez, que un joven poeta tuvo un gran sueño, escribir el más bello poema en la historia del hombre. El sabía que era capaz, la poesía fluía dentro de él. Se sabía un elegido por las musas y solamente tenía que sentarse a escucharlas susurrar la armonía en forma de palabras.  Así que se dispuso entonces a escribir en su viejo escritorio, sin embargo al mirar su vieja pluma, sintió que con ella no debería iniciar aquella gran epopeya. esa no era la espada de un gran poeta -y para serlo hay que parecerlo- pensó. Así que decidió buscar la mejor pluma del mundo, aquella que bailaría sobre el papel, una danza secreta, que llenaría de belleza al mundo. sin embargo el poeta era honesto, osease pobre y no se atrevió a quebrar el aparador de aquella ostentosa tienda donde vendían aquellas mágnificas plumas doradas. El poeta traicionando el oficio se puso a trabajar, de lo único que podía trabajar un poeta: de Obrero. 10 horas al día, ¡10 larguísimas horas al día! y cuando por fin pasaron varias semanas, el joven pudo comprar aquella bella pluma tallada en madera y con detalles dorados, como la que usaba uno de sus ídolos y gran poeta de contemporáneo. Al ver su bonita pluma, notó que contrastaba gravemente con su vieja libreta, quizás se le pudiera quebrar la punta al bailar en tan corriente papel . No tuvo más remedio que trabajar de nuevo, pero entonces decidió ir al campo, a trabajar en la cosecha, las fábricas le producían claustrofobia. Así que en jornadas de sol a sol, el poeta junto para aquella libreta en donde fluirían sus mejores letras. Hecha a mano con el mejor papel importado de China, hecho bajo las normas de la vieja cultura Ming y que garantizaba mil años de duración, y es que su poema merecía durar eso y más. Entonces el joven poeta se encerró en su habitación a escribir el poema que revolucionaría no solo las letras hispánicas sino todas las lenguas conocidas en el mundo. Sin embargo su cuarto le aprisionaba, su ventana daba a la casa de una gorda vecina y se oían un sinfín de ruidos que no le permitían entrar en el trance supremo de la creación pura. Así que tuvo que trabajar un año para ahorrar lo suficiente y comprarse una cabaña a orillas del río, desde donde podría ver los crepúsculos y oír a la noche.

El año trascurrió y el joven por fin pudo mudarse de su estrecho cuarto. Pasó más de dos semanas buscando el lugar preciso para su escritorio, buscando la luz perfecta, el fluir de la imaginación que en ese lugar no le llegaba. Cansado decidió tomarse unas vacaciones, fue a la ciudad y leyó en el periódico un insulso poema de un conocido suyo, le dio risa, era muy sencillo y previsible. En cambio el poema que el escribiría sería considerado inmediatamente de antología antología, el mundo de las letras se arrodillaría ante sí, y haría una entrada triunfal al privilegiado espacio de los grandes poetas.

De regreso a su cabaña por fin se sentó frente al escritorio abrió su hermosa libreta y cerró los ojos, la luz de la mañana entraba por la ventana del oriente e iluminaba su cabaña de mágica madera. ¿Qué poner? ¿Cómo debería de empezar el poema más hermoso del mundo? No podría iniciar como cualquier otro, debería ser bello de principio a fin así que se salió a caminar, a pensar cuál sería la primera letra, en el antiguo hebreo las letras tenían un número equivalente y la torá decían que era una magnifica operación matemática, así que se metió a clases de hebreo, en solo 2 años aprendió el alfabeto de memoria y supo cual era la letra con la que debería de empezar su poema. Su dinero se iba acabando y tuvo que invertir en un pequeño negocio que trabajó de sol a sol,  después de  más de 2 años pudo generar ganancias, ganancias que le rendirían para los próximos 5 años tiempo suficiente para escribir su obra maestra. De nuevo ante la hoja con la letra que empezaría su poema, se preguntaba si estaba listo para escribir el mejor poema nunca escrito. Se daba cuenta de que la mayoría de los mejores poemas los habían escrito hombres que habían vivido la vida y no jóvenes como él. Asi que decidió lanzarse a vivir antes de escribir el primer verso. Cuando leía el periódico y veía que su conocido seguía publicando poemas menores, le daba algo de coraje. El se estaba llevando el reconocimiento pero cuando la gente leyera lo que el iba a escribir le darían su lugar a cada quién. Entonces se lanzó a vivir, recorrió el mundo, se enamoró, se enlistó en un ejército y mató con sus propias manos, tuvo hijos y plantó un árbol, conoció los 7 mares, las tierras altas y las bajas. Leyó a todos los grandes poetas de la historia y por fin regresó a su cabaña.

Ya tenía 60 años y ya no era un joven pero ahora sí, había vivido. Su conocido ya era un notable poeta, reconocido por la mayoría y hasta se había enseñado a escribir, hacía buenos poemas, pero nunca llegaría a hacer uno como el que iba a este gran y verdadero poeta.

Por fín pudo escribir y llenar una página, había imaginado tanto aquel poema, que casi lo tenía acabado en su mente. Al terminarlo se sintió grande, había hecho un gran poema, superior en todos los aspectos, sin embargo le faltaba corregirle, algunas palabras, detalle que se escapaban siempre en las primeras versiones. Se puso entonces a retocarlo a darle los trazos finos como lo hacen los grandes maestros sin embargo no lograba alcanzar la perfección, siempre faltaba algo ó se le ocurría una oración mejor y tenía que modificar de nuevo todo el poema.

Paso el tiempo y nuestro poeta enfermó, temía que no vería terminado el gran poema y su vida se iría inconclusa. Desobedeciendo al doctor trabajó día y noche, se inyectaba morfina para no sentir los dolores del cáncer que el afectaba y con sus últimas fuerzas escribió la última versión de su poema y definitiva. 1 cuartilla llena de belleza, de amor y odio sublimado, "el mejor poema de todos los tiempos sin duda". Al terminar de escribir la última letra, su cuerpo se convulsionó y su corazón dejo de latir, su cuerpo fue velado en su cabaña, aquella tarde. No fueron ni el presidente ni el jefe de cultura, su velorio no se transmitió en la televisión ni hubo un reconocimiento, solo algunos vecinos de la zona y doña Eustolia la que le cocinaba, quién al ver terminado su último cerillo decidió quemar aquella hoja y prender con ella los sirios, haciendo cenizas el último poema del último gran poeta.

1 comentario:

La Agridulce dijo...

Qué triste, asesinaste la época de oro del poeta! ya que algunos de "los grandes" se hicieron famosos después de su muerte.
Lo que sí, no fué predescible el final.
Saludos...